Se apuntan con el dedo y zigzaguean.
Se retuercen , se buscan, se esquivan.
Se lastiman.
Candelabros siniestros cuelgan de la noche oscura. Son velas eternas sus estrellas inflamantes.
El techo es más y más negro mientras se clava en el raso la mirada perdida.
No es reflexíon, es locura.
Es escape.
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