martes, 27 de julio de 2010

Last base.


A contratiempo del reloj cruento, que olvida tardanzas y sacude chispas dormidas de un segundo a otro, derribo la muralla de miedos, y me cubro en el anhelo perenne de su oclusión.
Tiembla conciencia, pero hoy arrastra sus dedos suaves tras bambalinas.
Reverencia al nuevo secreto, tan puro y blanco. Pañuelo de seda.
-No te asustés mucho, corazón, -más bien gritá por ésto hasta quedar sin voz- que llevás el soplo incoherente de mis tiempos descronometrados.

No le puse fichas, pero hoy estalla la seguridad de los "quiero".
No te iba a invitar a bailar, pero sentí la necesidad de tomarte por la cintura.
No iba a pronunciar las palabras,
pero tomaron control de mis labios y quisieron acariciar tu oído.

Me emborracho de idiotez divina, para jugarme por la locura de atarme un poco más.

Fluorescente.
Tiemblo, río, grito.

Maquino.
Vuelvo, escapo, respiro.

Fui firme,
flaquié.
Dudé, tomé el control, caí.

Esperé,
lloré,
sonreí,
jadeé
jugué.

Caminé,
corrí,
retrocedí,
salté.


Se mostró por fin
inesperadamente,
burdo,
inpensado.


Sin muchos rodeos o frenos.

Di el último paso, llegué a la cima.
Acá te espero.

viernes, 23 de julio de 2010

embrollo


Serpentina salta, se enrieda, escapa.
Colorea, muerde, moja.

Ilusión desvaría:
¿Te sientes perdida? ¿Arrastras la deriba de los sueños rotos?
Vete y regesa (una y mil veces), pero aferra las muñecas de una vez.

Te parás y aplaudís mi nuevo grito tembloroso, pero real.
Y bromeás con la estabilidad de mis pasos, el filo es demasiado punzante.
All your dreams are made of strawberry lemonade.

Arcoiris rayoneado.
¿Vuelves o te irás?
Dejaste borrado en el pavimento el rostro demacrado de tu sonrisa tibia.
Pero ahora parece estar vivo.









jueves, 15 de julio de 2010

miércoles, 14 de julio de 2010

fears


Dájame degustar un poco de tu carne.
Acércate, arrástrate, huelo tus miedos.

No me engañó esa mirada derribadora, ni el hielo de tus dedos.
Ni tu voz dura, ni tu frente alta: no resulta muy dificil bajarte la cabeza cuando son muchas las manos que ejercen presión.

¡Silencio!
¿Lo oyes? Sus gritos, sus pasos pesados, las luces, los utensilios chocando, la inyección de sed por justicia injustificada.
Así bailamos en mi mundo, corazón. Y es ese el rincón para el que levanta mucho el brillo de sus ojos.

Me voy, me alejo.

¿Una última patada en la sonrisa servirá como despedida?

Verás que no hay escapatoria al pasillo oscuro que preparé para tí.

domingo, 11 de julio de 2010

Billy & Chris - Carrie

"Una semana después, una tarde a la salida de la escuela, Billy le ofreció llevarla a casa, y ella

aceptó.

É1 era lo que los otros chicos llamaban un zángano, un grasiento de medio pelo. Sin

embargo, algo en él la había atraído y en ese momento, en que yacía soñolienta en esa cama ilícita

(aunque, al mismo tiempo, sentía que se despertaba en ella cierta excitación y un temor que le

resultaba agradable), pensó que podría haber sido su coche... por lo menos al comienzo.

Estaba a kilómetros de distancia de los anónimos ve hículos fabricados en serie que

conducían sus acompañantes y que tenían ventanas de una sola pieza, volantes plegables y un olor

a forros de plástico y disolvente para el parabrisas vagamente desagradable.

El coche de Billy era viejo, oscuro, en cierto modo siniestro. El parabrisas tenía un aspecto

lechoso en los bordes, como si empezara a formar una catarata. Los desvencijados asientos no

estaban fijos en ninguna parte. Botellas de cerveza vacías entrechocaban y rodaban en la parte de

atrás (sus acompañant es de los clubes estudiantiles bebían la marca «Budweiser»; Billy y sus

amigos, «Rheingold»), y ella tenia que colocar los pies a los lados de, una enorme caja de

herramientas cubierta de grasa y sin tapa. Las herramientas que contenía eran de distintas marcas,

y sospechaba que muchas de ellas eran robadas. El coche olía a aceite y gasolina. El ruido de

los tubos llegaba estrepitoso y estimulante a través de las delgadas tablas del piso. Una hilera de

esferas colgadas bajo el tablero indicaban: «amperios», «presión de aceite», «tacómetro» (sea eso

lo que fuere). Las ruedas traseras estaban medio salidas y el capó parecía llegar hasta el suelo.

Y, por supuesto, conducía a gran velocidad.

La tercera vez que la llevó a casa, uno de los gastados neumáticos delanteros reventó cuando

iba a cien kilómetros por hora. El coche dio un chirriante resbalón y ella gritó, súbitamente segura

de que iba a morir. Una imagen cruzó por su mente: su cuerpo quebrado y cubierto de sangre que

había sido lanzado contra la base de un poste de teléfonos, la fotografía en un periódico mostraba

sus restos y parecían un montón de trapos. Billy soltó una palabrota y llevó rápidamente el volante

hacia uno y otro lado.

Finalmente, el coche se detuvo en el borde izquierdo de la carretera. Ella se bajó y sus

rodillas amenazaban doblarse a cada paso. Habían dejado una serpenteante huella de goma

quemada a lo largo de veinte metros.

Billy ya abría el portaequipajes y sacaba el gato mientras refunfuñaba para sus adentros. No

se le había movido un pelo.

Pasó junto a ella. Un cigarrillo le colgaba del extremo de la boca.

-Tráeme la caja de las herramientas, ricura.

Ella quedó estupefacta. Abrió y cerró la boca dos veces, como un pescado fuera del agua,

antes de que le salieran las palabras.

-¡Ido..., no pienso hacerlo! Casi me... eres un... casi...

¡bestia! !Y
además está sucio!

El sé dio vuelta y la miró de manera inexpresiva.

La traes, o mañana no te llevo a las peleas.

-!Me revientan las peleas!

Nunca había estado en una, pero su indignación le exigía pronunciar frases terminantes. Sus

otros acompañantes la llevaban a conciertos de música rock, que ella odiaba. Siempre terminaban

sentados junto a alguien que no se había barrado hacía varias semanas.

Él se encogió de hombros, se dirigió hacia la parte delantera del coche y comenzó a elevarlo.

Ella le llevó el cajón de las herramientas, con lo cual cubrió de grasa su jersey nuevo. El

gruñó sin darse vuelta. La camiseta se había salido del pantalón tejano. La piel de su espalda era

lisa, bronceada, había vida en sus músculos. Se sintió fascinada y advirtió que su lengua se

deslizaba hacia un extremo de su boca. Le ayudó a sacar la rueda y le quedaron las manos negras.

El coche se balanceó peligrosamente sobre el gato. La rueda de repuesto estaba gastada.

Cuando volvió a subirse al coche, una vez terminada la operación, tenía grandes manchas de

grasa en el jersey y en la falda roja que llevaba.

-Si te imaginas... -comenzó ella, en cuanto él se puso al volante.

Billy se. acercó y la besó mientras movía pesadamente sus manos sobre sus pechos y su

cintura. Su aliento olía a tabaco, también sintió olor a sudor y a brillantina. Ella finalmente apartó

el rostro y bajó la vista mientras trataba de recuperar el aliento. Las manchas del jersey eran ahora

de tierra y grasa de la carretera. Le había costado veintisiete dólares con cincuenta centavos en

Jordan Marshy, y ahora ya no iba a servir sino para tirarlo a la basura. Sentía una excitación

intensa, casi dolorosa.

-¿Cómo vas a explicar eso? - le preguntó, y volvió a besarla.

Chris sintió el contacto de su boca y le pareció que sonreía.

-Tócame le dijo al oído-. Tócame entera. Fasúciame.

El lo hizo. Una de sus medias se rajó con, un ruido semejante al crujido de una mandíbula.

Billy le subió violentamente la falda hasta la cintura. La manoseó vorazmente, sin delicadeza

alguna. Y algo -quizás eso, quizá porque había visto la muerte muy cerca- le provocó un orgasmo

repentino, estremecedor. Había ido a las peleas con él.

-Las ocho menos cuarto -dijo Billy. Se sentó en la cama, encendió la lámpara y comenzó a

vestirse.

Su cuerpo todavía la fascinaba. Pensó en la noche del lunes anterior y cómo había sido. El

había...

(no)

Habría tiempo suficiente para pensar en eso más adelante, quizá cuando hiciera por ella algo

más que causar excitaciones inútiles. Lanzó las piernas por encima del borde de la cama y se

colocó unas delgadísimas bragas.

-Tal vez sea una mala idea -dijo ella, sin saber si lo estaba poniendo a prueba a él o a sí

misma-. Quizá lo que deberíamos hacer es volver a la cama y...

-La idea es buena -replicó él, y una sombra de humor cruzó su rostro-. Sangre de.puerco para

dos puercos.

-¿Qué?

-Nada. Vamos, vístete.

Se vistió y, cuando salieron por la escalera trasera, sintió una enorme, excitación que crecía

en su vientre como una vid nocturna y rapaz."


Stephen King.

sábado, 10 de julio de 2010

Perspective


Remolino trampolín de colores fríos

y mil agujas clavándose al costado sin hilo.
Chicle añejo cuya frutilla pereció,
y ahora es hoja seca, arenosa,
pasta amarga en la boca.

¿Quién es quién?

¿Es eso? ¿Soy yo?

Llanto que la noche arroja.

Mordisco ácido que respira tranquilo,
pero conciente de que sus parámetros son torbellino.

Busca la manzana roja sin olvido,
que a la sombra de los rencores se vistió de fiesta
y sacó a bailar descontroles dormidos.



"Ven, siéntate, no llores, niño",
siempre atento está ese sentimiento escondido.

Destapa llantos tercos,
escupe al piso el corazón malherido.
¿Ves?
¿Vienes?

¿Vas?

Mil cometas radiantes se aprietan,
no hay nubes en el cielo, (ni sol),
pero a la luz inquietan.