domingo, 31 de octubre de 2010

Hay cerca de seis millones de puertas en el pasillo de una vida.



Ella miró sus zapatillas estropeadas y se sentó a pensar en que tanto quería ponerselas para largarse de allí.
La casa estaba calurosa y aprovechó la soledad para prender un pucho. Mientras intentaba calmar las ansias se acostó expirando el humo, casi desnuda sobre el cesped. Cerró los ojos.

No hay pasos normales desde que provengo del olvido y hay más ruidos ahora
de los que alguna vez existieron. Ya no cargo culpas, pero tardo en conciliar el
sueño y las fantasías que allí imagino no tienen nada que ver con lo que
quiero.
Cada vez que la confianza fue regalada hubo un frívolo encuentro con
el abandono. Cada luz que brilló en el pino pareció una burla para que la
oscuridad intermitente no dejara de carcajear por la tarde. Y cada vez las
emociones se hicieron más suceptibles y las expresiones más duras.
Hoy es difícil volar alto sin un empujón, y los brazos no van a
quedarse esperando para amortiguar ese aterrizaje.
No debí aceptarle debilidades a este corazón que se mueve a la marchanta esquivando los disparos
de esa masa de desc0nocidos, y que siente que ya esta siendo momento de gritar
retirada de aquellos brazos de hollín, pero algo adentro sabe que si intento escapar tropezaré.
Ni mil siestas calmarían la ansiedad que no tiene motivo, que en realidad
lo unico que hace es encontrar escusas para justificar su presencia otra
vez.

Yo soy vida, todo lo demás sólo son circunstancias.

lunes, 18 de octubre de 2010

Abrazame fuerte y presioná tus labios contra mis mejillas, ¿alguna vez te dije cuánto es lo que realmente necesito eso? Dulcemente murmurá palabras de aliento al oido, en una noche tranquila, murmurame compañía.
Deberías saber que cuento las horas para acurrucarme en tus ojos oscuros, que me siento en casa. Que pienso en vos cuando hay muchos nudos en esta soga que me ahorca, que se que vos podés desatarlos.

Que tantees con tus yemas mi piel suavemente, que me sonrías cerca. Es justo lo que tanto tiempo había estado buscando.
Aun con un show de fuegos artificiales en la cabeza, con mis pensamientos reventando como pólvora; te encuentro y me siento bien.

jueves, 14 de octubre de 2010

Todavía.

En el suelo, peleando por vos. Después de tanto tiempo.
Raspándome las rodillas, quemándome la cabeza, por mantenerte cinco minutos más aferrada a mis ojos, que no te vayas otra vez;(te extrañaría cada hora que te deje de ver).

Inconciente, tartamudeando.
Sigo y sigo. Is it worth it?
Podrías tratarme con palabras de cuchillos de hielo, criar temores,
querer disimularnos.
Insultarme a los cuatro vientos y hundir tus puños en
mi hombro.

Podrás olvidarte de lo que has sentido, arrepentirte de lo que hemos
dicho,

volverte fría cuando estás de mal humor
.

Yo sigo acá parada, todavía te miro atontada.

Sigo siendo quien daría la vida por vos.

wash the dishes, my dear


Soy un descuento al hilo de tu amor.
Soy un capitán perdido,
que de tanto naufragio se convirtió en un absurdo marinero.
Si, acepto, hay que ir al ruedo.

Tengo un pretérito tácito de buenos modales.
Lo que no fui intento aprenderlo ahora y lo de antes nunca será olvidado.
Soy una escalera que sube al infierno y se retuerce es espirales cuando hay que volver.
Y sin embargo siempre lo consigo.

Una patada a la conciencia y un arrebato a la tendencia.
Un aluvión ebrio cuya cordura tiene que ser controlada con un delgado y seductor cable a tierra.
Una puta desvastada, un orgullo malherido.
Un velo mal cocido y arreglado a las puntadas.

Más que lo que conocés, pero menos de lo que desearía.
Soy quien pasa por la fiesta, pero no gasta una noche en ese bar
(pero soy quien hoy se sacude por quedarse hasta la llegada del sol).

Soy un error andante de calibre cobarde intentando aprender.
Una reflexión cruda, magullada por demás.

Tengo un suspiro perdido entre mi ser y tu obligo que ya no puedo dejar atrás:
soy un suicida sin ropa meciéndose en el corte abrupto
de un desfiladero siempre infernal.

martes, 12 de octubre de 2010

Y hoy ella se sienta en la esquina de un banquito, en una habitación demasiado grande para sus pretenciones, y ve en un murouna vida pintada con crayones invisibles.
¿Cuántas veces sintió que por fin encontraba el respaldo?
¿Cuántas veces se apoyó sobre él sólo para caer contra la cerámica helada del suelo?
Un domingo por la tarde diario martilla las angustias de siempre. Y siempre siguen ahí.

No hay mucho más que decir.
Las palabras no derribarán ninguna pared.