martes, 12 de octubre de 2010

Y hoy ella se sienta en la esquina de un banquito, en una habitación demasiado grande para sus pretenciones, y ve en un murouna vida pintada con crayones invisibles.
¿Cuántas veces sintió que por fin encontraba el respaldo?
¿Cuántas veces se apoyó sobre él sólo para caer contra la cerámica helada del suelo?
Un domingo por la tarde diario martilla las angustias de siempre. Y siempre siguen ahí.

No hay mucho más que decir.
Las palabras no derribarán ninguna pared.

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