domingo, 31 de octubre de 2010

Hay cerca de seis millones de puertas en el pasillo de una vida.



Ella miró sus zapatillas estropeadas y se sentó a pensar en que tanto quería ponerselas para largarse de allí.
La casa estaba calurosa y aprovechó la soledad para prender un pucho. Mientras intentaba calmar las ansias se acostó expirando el humo, casi desnuda sobre el cesped. Cerró los ojos.

No hay pasos normales desde que provengo del olvido y hay más ruidos ahora
de los que alguna vez existieron. Ya no cargo culpas, pero tardo en conciliar el
sueño y las fantasías que allí imagino no tienen nada que ver con lo que
quiero.
Cada vez que la confianza fue regalada hubo un frívolo encuentro con
el abandono. Cada luz que brilló en el pino pareció una burla para que la
oscuridad intermitente no dejara de carcajear por la tarde. Y cada vez las
emociones se hicieron más suceptibles y las expresiones más duras.
Hoy es difícil volar alto sin un empujón, y los brazos no van a
quedarse esperando para amortiguar ese aterrizaje.
No debí aceptarle debilidades a este corazón que se mueve a la marchanta esquivando los disparos
de esa masa de desc0nocidos, y que siente que ya esta siendo momento de gritar
retirada de aquellos brazos de hollín, pero algo adentro sabe que si intento escapar tropezaré.
Ni mil siestas calmarían la ansiedad que no tiene motivo, que en realidad
lo unico que hace es encontrar escusas para justificar su presencia otra
vez.

Yo soy vida, todo lo demás sólo son circunstancias.

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