sábado, 22 de agosto de 2009

No tengo tus ojos, no tengo tus manos, no tengo tu risa, suave y provocadora como un afán de verano, No tengo la piel blanca , ni tu cabello extravagante, no conozco de tí un ápice de lo que desearía y no he sentido tu tacto ni una millonésima vez de lo que se que necesito para mantenerme con vida.
Desconozco plenamente la magia de tu compañia, y no es por que no la tenga, es porque la existencia misma no alcanzaría para demostrarme la maravilla de la proximidad de nuestros cuerpos y del fluir de nuestra conversación. Ignoro cuál sería el brillo de tu ojos al escucharme decir algo interesante, algo sensato, porque no hay lugar para la sensatez cuando de ti se trata. Todo se nubla, todo adquiere ese ilógico colorido envolvente, cuando se ajustan sobre mí tus palabras y el siseo de tu voz que me desarma.
¡Oh, el brillo de tus ojos! Día y noche me pregunto cual es la pena que debo pagar para no merecerlo y para merecer, en cambio, el suplcio de no tenerlo! De tus ojos profundos, de tus ojos hinchados, de tus ojos tristes, de tus ojos emocionados, de tus ojos empañados por las lágrimas, de tus ojos temblorosos, de tus ojos seguros, de tus ojos que me provocan desvelo y fasinación, de ellos no poseo nada, sólo las vagas miradas que nada significan, por estar perdidas, dedicándose a inventar que se yo que nuevo misterio que dirás y que me atrapará , es inevitable que lo haga.
No puedo atrapar entre mis manos tu aroma a canela, dulce como la primavera, escurridizo como una tarde de sol que lllega a su fin. Fresco como el rocío, con su típica ventisca matutina. Embiragador como nuestra juventud, como el frenesí que domina nuestro espíritu.
Tu voz, que dibuja incorpóreas morfologías sobre lo que queda de mí, atraviesa el espacio que mi cuerpo ocupa y se hunde armoniosamente y me hace girar sobre la nada, entre tu tono suave y el temblor de tu música. Tu voz, la más simple de las poesías, tu voz que no tengo.
Tanto de tí que no tengo y tanto de mí que he perdido.
Tu andar despreocupado y el enigma de tus pensamientos.
Tus frases altaneras y el secreto de tus sentimientos.
Tu soledad, tu risa dulce.
Tus expresiones, que ocupan el mundo entero para mí.
Lo que te doy y lo que no puedo darte.
Lo lejos que te encuentras.
Lo difuso de mi razonamiento ,lo estúpido de mis actos y la temeridad de los tuyos.
El misterio, la curisidad que me despiertas, la aprensión, la desolación, los desvelos, el embeleso, el temblor de mis manos cuando las tuyas están cerca.
La saguridad que pierdo, que parece sólo alimentar la tuya.
Tal vez sea que de mí no tengo nada, pero que de tí lo tengo todo. Tengo en mí lo que necesito de tí. Lo que puede mantenerme en pié y lo que me llena nuevamente de los anhelos y de las esperanzas que persisten en mí.
El anhelo de tener tus ojos, el anhelo de conocer tu tacto, de develar los misteros de tus pensamientos, de la lluvia torrancial que es tu mirada encandilante. De seguir elevándome entre tus susurros y de justificar mis enloquecidas acciones contigo. De perderme en tu risa funesta y alegre, glaciar y abrasadora, que hace brotar mi propia risa desde algún lugar de mí que desconozco.
Tal vez sea la parte tuya que siempre acogí en mí.

1 comentario:

Ana Vogel dijo...

esta escrito para el trasero! mis disculpas, debo irme rapidamente