domingo, 17 de enero de 2010

La neblina

Al fin ha llegado el momento: el imbécil temblando de rodillas, apestando a alcantarilla y sudor, buscando el segundo exacto para escabullirse.
¡Cómo si tuviera oportunidad alguna de hacerlo!
No es casualidad que el metal esté ahora acariciando su encrispado cabello y su sien ya casi saboree el cruento plomo a descargar. No, hay aquí una taciturna preparación previa.
Siento que nisiquiera es necesario presionar el gatillo, las arrebatos de furia describen parfectos círculos en torno a él y sin problema podrían hacer el trabajo por mi.
En los ojos del asesino veo sus cadáveres, aun frescos y palpitantes. Aun pidiendome el auxilio aterrado a través de una bruma sedosa de tiempo y espacio.
La ira ha aumentado una vez más, si eso es posible.

De mi mano libre cuelga un crucifijo. Las emociones desbordadas han hecho que su cadena se hunda en la carne de mi mano contraída, pero aún así el opulento dije plateado no deja de balancearse y resplandecer.
Entre las sombras de la noche no puedo prestarle atención a los mensajes que me envía, pero algo en mi corazón percibe los latidos que emite y mis dedos aflojan levemente el arma.
La sabandija lo nota y se prepara para correr, mientras mi cuerpo se transforma en una balanza descompuesta. En una fracción de segundo la imagen de los cuerpos degollados, los funerales, las noches de dolor y las lágrimas se ajustan nuevamente sobre el gatillo. Al mismo tiempo el crucifijo pesa en mi mano y quema mi necesidad de justicia todo lo que el implica.

El tiempo se ha convertido en oro. La desición está allí.
Sobre mi cabeza la noche oscura se ha abierto y los más profundos credos insultan esde arriba mi falta de templanza. ¿ O lo hacen desde abajo?...si tan solo pudiera discernir cúal es la voz que me habla a través de las olas de confusión en mi mente.
-Humano,- suspira un grito profundo- ¿quien eres tú para acabar con la vida de este miserable sin redención?
-Hombre, -farfulla una nueva voz -¿Realmente te crees tan grande cómo para decidir sobre el destino de tu par?
Pero el destino ya ha escogido, soy yo quien tiene el arma y él quien me mira suplicando piedad desde abajo.
-Oh, vamos- dice la primera voz- ¿Te transformaras en otra alma perdida? ¿Dejarás que tu furia dirija el camino de tu eternidad?
La segunda ríe a carcajadas y le escupe a la otra:
-Si eres tan magno, ¿por qué crees que este simple mortal posee la capacidad de desafiar a tus ordenanzas? ¿No eres acaso el poder supremo? Ahora este montón de carne tiene en sus manos una desición que creías sólo tuya.
La sagunda voz dentro de mi cabeza, se dirije a mí ahora:
- Hombre, tienes la desición por encima de nosotros. ¿Qué es asesinato? El imbecil que te habla aquí, al lado mío, es demasiado débil para aceptar que hay en tí tal poder. Pero ¿Sabes qué? Yo no veo en tí poder alguno. Un corazón pestilente y una bala es todo lo que se perderá hoy. Las discuciones en tu cabeza me aburren, porque aquí apesta a credos no cuestionados, yo me largo.
La segunda voz desapareció y quedó la primera, creyendo que había ganado y que mi alma estaba salvada. ¿ O era yo quien lo creía?
Silencio.
Las voces sólo gritaban desde dento mío.
Qué más da. La sabandija nunca las escuchó, para nadie más existieron y ambas perfectamente pueden haber sido ficción de un libro más antiguo que todos en esta ciudad indiferente.

Lo observo.
Sangre de los cuerpos muertos y los ojos de un hombre que merece el mismo destino.
Velas blancas y amarillas en un camino hacia un altar en llamas.
Costumbre jamás criticada que se ha acentado en el vientre de mis principios y mi mente nublada.
Imágenes.
Gritos.
Colores.
Sombras.
Bruma.
Niebla en una mente que ha perdido estabilidad.


El crucifijo ha caído, el arma ha sido secuestrada por la sabandija.
Que gira hacia mí.
Que sonríe.
Que dispara sin siquiera apuntar, un trámite más en tu tranquila conciencia.
Y mi cadaver cae, en el momento exacto para reunirse con el de los que no han sido vengados.

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