domingo, 24 de enero de 2010

"El violín encantado" G. Leroux


Eran unas milagrosas rosas rojas que parecían brotadas allí esa misma mañana, en la nieve. Era un poco de vida entre los muertos, porque la muerte estaba allí en todas partes , y salía también de la tierra que arrojaba su exceso de cadáveres.
Contra la pared de la iglesia habían amontonados craneos y esqueletos sostenidos unicamente por una ligera red de alambre. Las calaveras, amontonadas y alineadas como ladrillos, y consolidadas en los intervalos por huesos limpiamente blanqueados, parecían formar el primer cimiento en que se habían edificado los muros de la sacristía.

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