Lost midnight.

¿Las ves?

Las dos siluetas tomadas de la mano.
Si, las que caminan ahí.
El círculo blanquecino en medio de la noche impecable se ha escapado de sus mentes atolondradas para jactarse de ser testigo de su amor fugaz.

Medianoche y el horizonte mismo a su alrededor. Silencio cortado por búhos y sonidos entre las pasturas.

¿No escuchás?
Son sus corazones impacientes que han pactado la reunión con tanta anticipación como fue posible.
No alcanzaron a pensar en el camino cuando se vieron, corrieron a encontrarse, a dejar que sus cuerpos chocaran, que sus pensamientos se fusionaran.
-"No se cómo aguanto tantos meses sin vos"- Dijo él, mientras ella permitía que su brazo se deslizara por la cintura de aquel estúpido arrebato de sentimientos que no suele sentir por nadie.

Medianoche y el secreto de verse a los ojos bañados en luz de luna y jurarse eternos encuentros entre las sombras de la memoria.
Medianoche y la desesperanza de saber que hay un momento para partir.

No, querido, no me sueltes la mano que aún es demasiado temprano para dejarme ir.
El mundo duerme,¿no ves?, y podemos robarnos juntos el placer de creernos nuestros una vez más. Hasta que caiga la Luna y deba deshacerme de tu cuerpo perfecto para susurrarte al oido que el momento ha llegado y entre palabras que me quitan el corazón aceptemos que debo partir.

No ahora, no todavía.
Se perderán por recovecos desconocidos un rato más, se hecharán al costado del camino, se colarán en alguna casa abandonada y se acariciarán de punta a punta con más amor que pasión adolescente. Cuando se acaben las fuerzas cantarán bajo la noche estrellada y dibujarán futuros en el cielo azabache de la nada misma.

Allí están, ¿ no los ves?. Abrazados sobre el pavimento viejo, con sus cabellos bañados de plateado y sus labios contándose las banalidades de sus vidas cotidianas, aparentando ser uno en las horas que les quedan.
¿No ha sido injusto el destino, que ahora se ríe de sus esperanzas abatidas?
¿No es el tiempo su enemigo más terrible?
Quisieron que se apresurara y ahora le ruegan que deje de ondear sobre las olas de la noche que han hecho suya.

Llega la hora, ella debe partir.
Despedirse es el acto solemne que han postergado con recelo.
Con verguenza estúpida me dice "no hay vuelta que darle, corazón"y me declara un breve "te quiero".
Y ya me he incorporado, y ya me estoy alejando. Como si no nos importara, como si fuera cosa menor la aventura fugaz que le permitimos el lujo de regalarse a nuestros jóvenes corazones.
Grita mi nombre, corre hacia mí y me besa con ese desparpajo que demuele mis estructuras:
-"hasta cuando nos volvamos a ver".