martes, 12 de abril de 2011

Canción del que viene y se va.

La historia va más o menos así:yo a la minita la conocí quemando penas en el cabaret.
Me conto que era amiga de un amigo de un amigo
y que las cosas no solían salirle bien.

La miré de arriba a abajo y él le agarró la cintura para llamarme la atención,
y me quedó rebotando el segundo que la flaca me rozó.
Y la piel se me quedó preguntando por un rato más
y sacarla a la morocha los gritos de alguna canción.

Después me enteré de que andaba en la misma que yo,
que se le notaban los ojos cansados cuando le daba el sol.
Que se le acumulaban problemas en el buzón.

Me llevó a darle vueltas a la ciudad
y en veinte minutos le podría haber apostado el corazón,
se le escapaba la risa alta que silenciaba al motor.

Pero me contó que me gustan los imposibles de nunca acabar,
que ahora ella se tomaba el palo, que se desligaba de acá.
Mal que mal me pidió un pucho, mal que mal le saqué un beso;
ahora me siento en la esquina a verla escapar.

Ahora me llaman y el pasado sale a colación,
de un cuento viejo , mucho más viejo que vos.
Quise seguir viéndote bailar,
pero a la realidad le gusta bajarnos el telón.

Nena, hacé la tuya, zafá de este lugar.
Yo de vez en cuando me voy a afanar un café en honor a vos,
y a averiguar cuánto duran exactamente dos peces de hielo
en un Whisky on the Rocks.

¿Qué sabés si un día te vuelvo a cruzar?
Que no haya que hablar de curas ni de ninguna enfermedad,
no hay que quemar penas en un cabaret,
Entonces ahí te voy a pedir
que me hagas recorrer la ciudad otra vez.




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