domingo, 27 de junio de 2010

Charapters


I.
Soplo a soplo sacude desde dentro, maquina diez mil vértigos, sorprende a mi inconsciente.

Ahora la figura pendula con ansias acribilladotas entre la realidad y mi subjetividad.

Todo sabe a experimento,

muero en silencio lento,

si te movés así.

Si hubo un espacio vacío entre tu cuerpo y el mío a tientas con mis manos desesperadas lo erradiqué.

Y el filo in crescendo que, divertida, muestras lento… ¿Cómo me has hecho esperar así?

II.
-Adiós- diré a tu oído- suficiente nos hemos tenido, nada más me queda por explorar.

Levantá tu olor y andate, al igual que tantos ¿Creés que no es tu cuerpo descartable? ¡Ya no me servís aquí!

Jamás fui presa de ilusiones y mis amores terminan mucho antes de que grite el escandaloso despertador.

Juntá la ropa que te cierro con llave, cubiertos quedaron mis deseos y no hay candado que amerite mantenerte en mí.

Adiós, parque de diversiones, adiós, temporalidad.

¿Por qué más te retendría aquí?

III.

Cobarde la mente que no acepta que derepente la escarcha se quebró.

Estúpidas las esperanzas de mi mente: mezclar tu perfume con uno más del montón, reducirte al capricho de siempre, al máximo explorarte; que no importe perderte.

¿Qué es lo que ha cambiado?

Se vuelve ahora mi mente un esclavo de lo que no dí.

¿Podrían tus labios, princesa, pedirme que me quede aquí?

No entendés que me hace cosquillas el suelo, y mi voluntad rompe en carcajadas, si murmurás “ Let it be?”

IV.

Pesados como el plomo las suelas mientras corro, ninguno de mis órganos busca alejarse así.

-Escondé su ropa, tapale la puerta, que los vértices de su perdición se acurruquen con vos esta noche. Que el despertador tarde más en sonar y mi cerebro no me dicte más reglas de frialdad, que no me silencie cuando me nace gritarte que te necesito aferrándote a mí.

Vaya veneno el de tu cuerpo alocado estremeciéndose en mí, perdiendome más de la cuenta, recorriéndome así.

Vaya estupidez insana de desearte desechable y maldita la historia que plantó reversa y dejó de repetir mis noches de indiferencia.

¿Vos a donde te vas?

Ya me cambiaste los tantos, nena; vos te quedás conmigo.

No pienso dejarte ir.

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