jueves, 24 de junio de 2010

Tobogán


El beso al pecho,
la soga al cuello,
sinsabor.

Claro el vértigo,
la noche tardía,
ilusión.

Remolino
sube y baja
y tiene espinas.
Tobogán.

Y entre aprensiones,
palabras aplasté millones,
escapar.

Ya no dubita, ni elige a la marchanta el color.
Mide los pasos, pega arañazos, transpira estupor.

Si por beberlo, de quien pierde su tiempo gané el disfraz.
Pateo veladas de locura desatinada,
olvido olvidar.

Resplandecen edificios,
me pierdo en el laberinto,
tentación.

Escupo el tedio,
masero modales.
Perdición.

Que venga el viento, que marche y salte, y vuele la duda,
decisión.
Y descorche emociones y despegue la boca,
confesión.

Si te rodean las cosquillas,
y te tiemblan las rodillas,
corazón.

Se cuelga en un arco,
destila tabaco,
emana almidón.
Arrastra las piernas,
ajusta las cuentas,
te levanta un mundo de algodón.

Remolino sube y baja,
corta alambres,
usurpación.
Maquinaria pagana,
aspira humo y sana,
por los labios de hollín.

Si por tocarlo no pienso, las esquinas le muerdo,
me acuesto con su última función.
Si triza los espejos, codicio los huesos,
fundición.

Remolino sube y baja,
y ajusta la cabeza,
tobogán.
Me llama por lo bajo,
acuchilla mis espacios,
me pide la rendición.

Y entre bloques de conreto, mil prohibiciones levanto,
maniobro sucios dados, limpio el estrado
para mi final demolición.

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