lunes, 23 de agosto de 2010


Marioneta cuelga de tus dedos de cera helada. Es polvo al viento su trizado corazón.
¿Qué tanta fuerza tiene para repararse sin ayuda de alguién más?
¿Es ira? ¿Es tristeza?
Siempre menguado y siempre a la marchanta llega a mi como remolino tu color.
Caminar a ciegas hacia el abismo, morir por ser quien te sostenga.
Confiar en la dureza de la voluntad.
Confiar en que es lejana la promesa de desconsuelo.

Me vuelvo débil, ¿ves?
Desespero, pero estoy segura de que me entendés, de que lo has pasado.

Si te bajaría la luna, corazón, para que nos acaricie su velo de plata desde cerca.
Si he hecho lo imposible por hacerte sonreir, porque desmoronarme en tu sonrisa se ha transformado un placer casi comparable con el de tocarte.
Si me rehusé a mis credos y costumbres, y edifiqué un glosario nuevo de conceptos acertados, para dar la nota con tu jurisdicción.

No tengo más caminos que los que me estan haciendo correr en círculos, empujandome a vos, con señalizaciones confusas; ("a ella", dicen).
And after such a long time, no puede ser muy desacertado el creer que las sendas quieran guiar mis pasos al lugar que me provoca una carcajada de felicidad, a cuando me despierto y estas a mi costado.

Nadie más, nisiquiera esas piedritas brillantes que sólo luz me prometieron.
Nadie más.
Nadie más en la noche helada, (más helada aún sin tu voz).
Sólo yo, vos, mis recuerdos y el mundo entero que todavía me queda regalarte.

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